Silenciamiento de Trump, ¿el primer paso de la nueva forma de hegemonía de las redes sociales?

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Mientras por un lado las plataformas de redes sociales cuentan historias ​​sobre la interacción, por el otro han construido una de las jerarquías más estrictas de la historia humana.

Un tema que pasó a primer plano después del asalto al edificio del Congreso fueron las prácticas de las compañías de redes sociales, de las cuales Twitter y Facebook fueron pioneras, con cierres y limitaciones a las publicaciones del presidente de EEUU, Donald Trump.

Durante el asalto, ocurrido el 6 de enero, Twitter suspendió la cuenta del mandatario por 12 horas; poco después, la cuenta fue cerrada por completo. La medida no se limitó solo a Twitter. Casi al mismo tiempo, Trump fue censurado en todos los canales de redes sociales por la administración de las «Big Tech»: sus cuentas fueron cerradas o suspendidas en Facebook, Google, Instagram, YouTube, Snapchat, Spotify, Reddit, Pinterest, Twitch y Shopify.

Luego de que Trump abriera una cuenta en Parler, utilizada ampliamente por el electorado republicano para conversar, y los partidarios de Trump mostraran un gran interés en la aplicación, Google la eliminó de la Play Store. Las publicaciones que Trump realizó en la cuenta de Twitter de la Casa Blanca, @POTUS, también fueron eliminadas por la plataforma. De esta manera, la única red social que le quedó a Trump para dirigirse a su público fue la china TikTok .

Teniendo en cuenta la realidad de que el 90% de los principales medios de comunicación estadounidenses son anti-Trump, está claro que se enfrenta a una gran limitación. Sin embargo, pensar que esta práctica se limitará solo a Trump sería pasar por alto el meollo del asunto, ya que las empresas de Big Tech mencionadas anteriormente tienen entre sí una asociación de capital y una fuerte relación de propiedad.

Al observar el escenario general, es natural concluir que los grupos de capital que controlan las compañías de redes sociales pueden imponer sus propias reglas y principios en cualquier momento, no solo en EEUU, sino a escala mundial. El mundo se enfrenta a una nueva forma de hegemonía global, monopolizada en el control del poder de la comunicación. Todos son conscientes de que los grandes grupos de capital, que cerraron todas las redes sociales de un presidente estadounidense en ejercicio, pueden aplicar prácticas similares contra diferentes actores políticos que estarían en contra de sus intereses.

Los más iguales

Es el momento justo para recordar la novela «Rebelión en la Granja», de George Orwell. En él, se crítica el sistema a través de la rebelión que llevan a cabo unos animales contra los propietarios de su granja en busca de derechos e igualdad. El tema central del libro es el socialismo como sistema político y su presentación a las masas con el énfasis de la igualdad.

Los animales que se rebelan debido a la desigualdad infundida en la granja por la administración de los humanos establecen un nuevo orden tras expulsarlos. Sin embargo, en el nuevo orden también se establecen jerarquías, que en un principio son ignoradas, pero paulatinamente se convierten en mecanismos que provocan nuevas desigualdades. Finalmente, en el orden establecido por los animales, contrario a las suposiciones iniciales, algunos animales son vistos como «más iguales” que otros, y aquellos que no pertenecen a ese grupo comienzan a recordar con nostalgia el sistema que implementaban los humanos.

El sistema que critica el libro de Orwell es muy similar al de las empresas de redes sociales que promocionan al mundo que todos pueden compartir contenido en igualdad de condiciones, que la libertad de expresión no es restringida y que la estructura administrativa está al mismo alcance de todos. Expectativa vs realidad. Todos los usuarios de las redes sociales son «iguales», pero esto tiene un «límite».

De acuerdo con este límite, determinado por los jefes de las compañías, las redes sociales pueden ignorar temas de seguridad y soberanía de ciertos países, al proporcionar un campo de movimiento muy amplio a terroristas buscados. Por lo tanto, estamos en un período en el que las compañías de redes sociales, que podemos definir como aparatos fuera del Estado, intensifican la división en el campo político al producir una nueva forma de hegemonía.

En este contexto, tratan a algunos países como «más iguales», mientras que “los otros” deben conformarse con un trato diferente y con lo que se les da. Por lo tanto, es posible evaluar las medidas tomadas por Twitter y Facebook como una nueva forma de la granja de los animales, donde algunos tienen grandes privilegios.

El regreso de la jerarquía

Con el supuesto de que los medios de comunicación, promocionados como el cuarto poder (junto con los poderes legislativo, ejecutivo y judicial), ya no podían llevar a cabo una función de control sobre los Gobiernos en nombre de la sociedad. El concepto de «quinto poder» se acuñó a principios de la década de 2000 para hablar sobre el Internet. La situación actual puede considerarse como una nueva etapa para las nuevas tecnologías de la comunicación. Al menos se puede hablar de una concienciación sobre la ilusión de la «representación de la verdad» en estos mundos virtuales.

Los mitos de la imparcialidad, objetividad, igualdad y libertad de expresión que se han impuesto como una premisa para las plataformas de redes sociales quedaron en el pasado. El silenciamiento del actual presidente estadounidense es en realidad un mensaje aterrador para el mundo: cuando sea necesario, las compañías de capital global podrán censurar a los políticos elegidos por voluntad nacional e imponer una relación jerárquica.

Hoy en día, mientras aumenta el número de personas, los espacios y los tiempos en los que estas empresas se dirigen a su público, el número de puestos en la cima de la jerarquía disminuye al máximo. Mientras por un lado se cuentan cuentos ​​sobre la interacción, por el otro, se ha construido una de las jerarquías más estrictas de la historia humana. El secreto del éxito de esta jerarquía está en su capacidad de hacernos sentir que en realidad no existe. La «desconexión» de Trump de las redes sociales pudo haber tenido cierto efecto concienciador. Pero el hechizo aún no se ha roto.

Fuente: Agencia de noticias Anadolu.