La vacuna contra el coronavirus empieza a distribuirse en Estados Unidos

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Grandes camiones cargados con dosis de la vacuna contra la COVID-19 de las empresas Pfizer y BioNTech comienzan a rodar en el país en lo que ha sido descrito como un esperanzador «principio del fin» de la pandemia.

En un frío y gris domingo en el oeste de Michigan, grandes camiones de reparto empezaron a salir de una enorme planta de distribución de Pfizer en el 7000 de Portage Road en Portage, Michigan. ¿Su misión? «El principio del fin» de la pandemia COVID-19 en Estados Unidos, como varios profesionales de la salud han denominado el suceso.

«Estoy muy emocionada», dijo Mary Bennett, residente del oeste de Michigan, a la Agencia Anadolu, mientras esperaba con ráfagas de nieve para ver salir uno de los camiones.

En el lugar había unos cuantos espectadores viendo pasar los camiones, mientras que los conductores tocaban las bocinas al pasar; pero por lo demás fue un despliegue de bajo perfil.

«Es maravilloso lo de esta vacuna», dijo Bennett, «especialmente al salir de Kalamazoo».

Kalamazoo y Portage, al sur de Michigan, están rebosantes de orgullo cívico, al saber que su área estará por siempre cimentada en los libros de historia, el lugar donde se combinan las materias primas para la vacuna, y el punto de partida para el envío de las dosis a la nación.

«Ni siquiera puedo describir el orgullo», dijo el gerente de la ciudad de Portage, Joseph La Margo, mientras esperaba afuera. Portage, un suburbio de Kalamazoo, es el hogar de las instalaciones de Pfizer de casi dos millas cuadradas, las más grandes del mundo, y el centro de distribución de los Estados Unidos.

«Pfizer ha apoyado a nuestras escuelas y a nuestros negocios locales y ha traído trabajos bien remunerados», dijo La Margo, y señaló que Pfizer es una planta «generacional» en el oeste de Michigan donde muchos padres que trabajan aquí, eventualmente hacen que sus hijos se unan a la empresa.

‘Operación en tiempos de guerra’

Nunca antes se había desarrollado una vacuna tan rápidamente. Todo se realizó gracias, en gran parte, a la llamada Operación Warp Speed de Estados Unidos, una asociación público-privada iniciada por el Gobierno de EEUU para facilitar y acelerar el desarrollo, la fabricación y la distribución de vacunas, terapias y diagnósticos contra la COVID-19, que se formó a principios de este año.

Nunca durante la pandemia la situación ha sido tan grave en América: el país está viendo tasas de mortalidad superiores a 3.000 víctimas cada día.

Los camiones, inicialmente cargados con tres millones de dosis de la vacuna de las empresas Pfizer y BioNTech, se dirigirán a más de 500 puntos de distribución en todo el país, ya sea directamente o a través de transportes aéreos especiales con cargas de hielo seco que ayudan a mantener la vacuna a unos 70 grados bajo cero.

El Gobierno de EEUU está dando a los envíos en camiones una máxima prioridad sobre todos los demás viajes por aire y tierra.

Se espera que las primeras inyecciones de la vacuna se repartan el lunes. La Administración de Drogas y Alimentos (FDA) dice que la primera inyección por sí sola proporcionaría alrededor del 80% de protección contra el virus. Una segunda vacuna, aplicada unas semanas después, debería proporcionar el 95% de protección.

Una mezcla de entidades gubernamentales, centros de salud y compañías privadas, incluyendo los gigantes de las farmacias Walgreens, CVS Health y Rite-Aid, supervisarán la distribución, que algunos han comparado con una operación en tiempos de guerra en tamaño y alcance.

La línea de distribución

Los funcionarios de salud del Gobierno han priorizado quién recibe las primeras vacunas: aproximadamente 17 millones de trabajadores de la salud, y casi 4 millones de residentes de hogares de ancianos. De ahí, las dosis irán a los trabajadores considerados esenciales, profesores, policías y bomberos.

Más tarde, llegarán a 89 millones de estadounidenses con condiciones de salud preexistentes y mayores de 65 años. No obstante, los funcionarios de salud creen que no será hasta la primavera cuando el grueso de la población estadounidense pueda entrar en el consultorio de un médico o en una farmacia y recibir la vacuna.

Preocupaciones presupuestarias

Cada uno de los 50 estados tendrá que trabajar en su propia logística para repartir las dosis, dependiendo de la cantidad de vacunas (y del dinero) con el que tengan que trabajar.

Los asesores de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) dicen que el Congreso debe acordar un plan de presupuesto que requiere miles de millones de dólares para apoyar la campaña de vacunación.

Sin embargo, el trabajo del Congreso en un plan de estímulo de USD 908.000 millones está estancado en este momento, mientras los negociadores buscan la mejor manera de proporcionar alivio económico a los estadounidenses, golpeados por los cierres relacionados con la pandemia.

Mientras tanto, sólo Walgreens dice que planea contratar a unos 25.000 empleados, y la cadena de farmacias de los suburbios de Chicago espera que millones de residentes de hogares de ancianos sean inoculados para Navidad. CVS Health aseguró también que espera hacer lo mismo, contratando a unos 10.000 trabajadores.

La próxima semana, la Administración de Alimentos y Medicamentos considerará la vacuna de Moderna con una tasa de protección considerada sólo ligeramente menos efectiva que la de Pfizer.

Difundiendo el mensaje

Pero hacer llegar la vacuna a los estadounidenses es sólo la mitad de la batalla. La otra mitad es convencerlos de que se la pongan y las encuestas, en este aspecto, han fluctuado desde que comenzó la pandemia.

Una encuesta de Gallup realizada a finales de julio mostró que alrededor del 66% de los encuestados dijeron que se pondrían la vacuna. Sin embargo, a mediados de septiembre, la opinión se había reducido a un 50-50. En las últimas semanas, el número de los que dicen que están dispuestos a tomarla ha repuntado a alrededor del 58%, mientras que el 42% aún dice que no lo harán.

El jefe de la Operación Warp Speed, Moncef Slaoui, dijo a la CNN el viernes que él y otros funcionarios del Gobierno no pudieron convencer a los estadounidenses de tomar la vacuna hasta que fuera aprobada por la FDA, y eso no sucedió hasta el viernes por la noche.

Ahora, Slaoui dice: «Tenemos que salir ahí fuera, tenemos que involucrar a todos los líderes a todos los niveles, en nuestras comunidades para ayudar a explicar las características de la vacuna y su rendimiento y con suerte involucrar a la gente y convencerla».

La Casa Blanca comenzará una campaña mediática a nivel nacional en los próximos días, al igual que varios medios de comunicación.

Un grupo con el que se necesita ser más convincente es el de los afroamericanos por el infame «Estudio sobre la sífilis de Tuskegee» que fue llevado a cabo por los Centros para el Control de Enfermedades y el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos, entre 1932 y 1972, a cientos de hombres negros pobres con sífilis latente.

Aquella vez se les dijo que se les estaba dando atención médica gratuita cuando en realidad, simplemente, eran parte de un estudio. Por ejemplo, se les negó el tratamiento con penicilina, a pesar de que el antibiótico era un tratamiento disponible y eficaz para la sífilis en 1947 y solo hasta finales de los noventa, el presidente Bill Clinton ofreció una disculpa nacional por el «vergonzoso y racista» estudio.

El líder de los derechos civiles, el reverendo Al Sharpton, dijo a MSNBC el viernes que «no es de ninguna manera que mucha gente, particularmente en la comunidad afroamericana, sea escéptica, dada la historia». Señala, además, que las comunidades negras se han visto desproporcionadamente afectadas por la COVID-19 y que en su caso está dispuesto a vacunarse. «Arriesgar nuestras vidas», dice Sharpton, «no es una opción, al no hacer lo que sea necesario para combatir este virus».

El reverendo dice que incluso le gustaría ver un día nacional designado en el que los influenciadores negros en todos los ámbitos de la vida tomen la vacuna a la vez. «Aquellos con influencia deben usar ese (poder)», dice, «de lo contrario, no eres digno de la influencia que tienes».

Los expresidentes de EEUU, George W. Bush, Barack Obama y Bill Clinton han anunciado que están dispuestos a inyectarse la vacuna frente a una cámara, para que el mundo la vea. Moncef Slaoui también dijo que haría lo mismo. La pregunta es si el presidente Donald Trump lo hará. «Francamente», dice Slaoui, «no lo sé».

Fuente: Agencia de noticias Anadolu.