En los teatros de Moscú vuelven a brillar los diamantes: así comienza la nueva temporada de ‘ballet’

346

Poco a poco el mundo del arte vuelve a la pista tras varios meses de cierre total. En Moscú, los museos y cines están abiertos —bajo condiciones especiales— ya desde julio y agosto respectivamente. Ahora los principales teatros musicales lograron reunir a los bailarines con sus espectadores.

La pandemia tomó por sorpresa a todos los bailarines del mundo. Los artistas se enfrentaron a muchos desafíos, desde la falta de espacio para seguir entrenando en casa hasta estados depresivos de nostalgia de la escena. A lo largo del confinamiento todos se acostumbraron a los entrenamientos vía Zoom e incluso canalizaron su inspiración a otras esferas de actividad, tales como la pintura o la pedagogía. Pero no importa lo mala que fuera la situación, todos esperaban que la nueva temporada empezara a tiempo. Así sucedió.

Los ‘Cuatro personajes’ del Bolshói

Habitualmente el teatro principal de Rusia, el Bolshói, abre sus temporadas con el tradicional ballet El lago de los cisnes, pero este año decidió abrir su 245 temporada con un programa que reunió a cuatro jóvenes coreógrafos extranjeros. Se estrenó el 10 y 11 de septiembre en la Nueva Escena que acoge un número más pequeño de visitantes que la gran Escena Histórica, que en los mismos días abrió sus puertas a los amantes de la ópera.

El director del cuerpo de baile del Bolshói, Majar Váziev, se sinceró al comentar que desde el principio no había garantía de que este programa se realizara a tiempo ya que no había certeza de que la segunda ola no obligara a cerrarlo todo de nuevo. Al mismo tiempo, Váziev tenía ganas de animar a los artistas y darles esperanza.

 

«Tenía que encontrar alguna forma de apoyar a los artistas que se vieron muy afectados por las circunstancias. A menudo hablaba con nuestros amigos y socios que nos brindan apoyo. Uno de ellos, [empresario] Oleg Deripaska, expresó su disposición de apoyarnos financieramente», contó el director durante una rueda de prensa.

Los cuatro coreógrafos —el puertorriqueño Bryan Areas, el italiano Simone Valastro, el búlgaro Dimo Milev y el francés Martin Chaix— a los que Majar Váziev escogió personalmente de la larga lista de candidatos, vinieron a Moscú a finales de julio. Todos dicen que su llegada a Moscú en pleno cierre del espacio aéreo fue como por arte de magia.

«Cuando finalmente llegamos a Moscú, todavía estábamos pensando en la distancia social y las medidas de seguridad. Nos registramos en el Metropol, y el hotel estaba completamente vacío, parecía absolutamente surrealista, con el Teatro Bolshói al otro lado de la calle», cuenta Bryan Areas.

Majar Váziev les dio una total libertad de actuar por eso cada uno buscó su propio argumento. Por esa razón, el programa se llama Cuatro personajes en busca de una trama (Four Characters in Search of a plot).

Bryan Areas se inspiró mucho en la obra del pintor ruso Iván Aivazovski Novena ola. A ella añadió la música de los compositores clásicos rusos Mijaíl Glinka y Nikolái Rimski-Kórsakov.

«Tan pronto como Majar me llamó, me sumergí de inmediato en la cultura rusa y encontré accidentalmente a Iván Aivazovski, Mijaíl Glinka y Rimski-Kórsakov, y no quería separarme de ellos en absoluto. Tres grandes artistas, profundos, con un material tan enorme y con tanta riqueza que me cautivaron y mi imaginación de inmediato comenzó a trabajar salvajemente», dice Areas.

En su ballet de una hora, el más duradero del programa, eligió a cinco solistas, cuatro de los cuales son primeros bailarines del teatro. Pero no era suficiente por eso incorporó a otros 35 artistas del cuerpo de baile para crear una imagen impactante de una ola enorme.

Aunque Bryan Areas tiene experiencia profesional en compañías de danza contemporánea —Complexions, NDT, Kidd Pivot entre otras— en el Bolshói decidió seguir con el estilo neoclásico. En su ballet Novena ola hizo referencias sutiles a tales ballets clásicos como Scheherazade, La Bayadere y Espartaco, haciendo así que los espectadores fieles adivinen el origen de su inspiración.

Simone Valastro eligió otra fuente de ideas. En el confinamiento vio la película de Paolo Sorrentino Juventud y allí escuchó la música Just —así llamó a su ballet— del compositor estadounidense David Lang. Lang la basó en el Cantar de los Cantares, una de las partes del Antiguo Testamento que relata el amor entre un hombre y una mujer.

«Ahora mismo estamos rodeados de malas noticias, la gente muere y se enferma a nuestro alrededor. Es un milagro que en este teatro sigamos adelante. Mi ballet trata del amor. Creo que todos necesitamos amor en este período», afirma Valastro.

La coreografía de los cinco bailarines —dos parejas y una bailarina sola— está llena de movimientos sensuales pero con ese aire de tristeza y dolor siempre presente en las relaciones de pareja.

Dimo Milev también se centró en el amor y la atmósfera de angustia. Le inspiró la biografía del compositor Enrique Granados que siempre tuvo el presentimiento de su muerte trágica ahogado junto a su mujer. Cuando Granados regresaba a España de Nueva York en 1916 —en plena Primera Guerra Mundial— el barco fue atacado por los alemanes. La esposa de Granados cayó al agua, Granados se lanzó para salvarla pero murieron juntos.

Sin embargo, la biografía es solo un pretexto. En su ballet Fading no cuenta la historia de un hombre particular. Dos dúos y un solo de una bailarina que al final ‘agonizante’ evocan la sensación de la angustia. Esto está en sintonía con lo que muchos sobrevivieron durante la pandemia perdiendo la esperanza, el amor, el empleo o la familia.

La última obra del programa —el ballet de Martin Chaix Silentium— eligió para su obra a la prima ballerina assoluta Svetlana Zajárova.

El coreógrafo afirmó que, aunque todos los artistas sobrevivieron durante la cuarentena de un modo distinto, no le importó tanto si estaban todos en forma sino su estado mental.

«Era necesario para mí encarnar en el escenario todos esos sentimientos y emociones que experimenté, y reunir todo en torno a la heroína de Svetlana Zajárova, como su viaje, iniciación, transformación», explicó. La profunda pieza musical Tabula rasa por Arvo Pärt establece la atmósfera de todo el ballet.

«Cuando Pärt escribió este trabajo, se inspiró en la ortodoxia rusa, la filosofía detrás de esta religión. Yo también comencé a pensar en ello y encontré el verso Silentium del poeta ruso Fiódor Tiútchev. Esto se convirtió en una base obvia para mí, traté de entender esta cultura e integrarla en el escenario», agrega Chaix.

En la escena Svetlana Zajárova, vestida de gris como un alma perdida, está rodeada de criaturas enigmáticas. Sobre ellos hay colocado un círculo como una aureola o un portal a otro mundo.

Vive únicamente en tu ser interior

Hay un mundo entero dentro de tu alma

de pensamientos misteriosos

Así escribía Tiútchev en 1829, y hoy en día estos versos todavía reflejan el estado de ánimo de muchos que sobrevivieron la cuarentena.

No es de extrañar que el público se volviera loco al ver a los artistas favoritos. Este programa de cuatro ballets cortos se convirtió en una buena base de partida ante las próximas actuaciones en ballets más grandiosos. Parece que los artistas pudieron mantenerse en buena forma y están listos para trabajar a pleno rendimiento.

El mismo día que el Bolshói, el segundo teatro musical más grande de Moscú, el Teatro Musical Stanislavski y el Nemiróvich-Dánchenko, también celebró el inicio de la nueva temporada con una gala concierto de ballet. El formato del evento era diferente pero los sentimientos de los espectadores son iguales: el público que vivía desde marzo sin ver obras de danza por fin se siente feliz y goza de oportunidad de volver a ponerse sus brillantes y ver a los ‘diamantes’ del ballet ruso en la escena.

Fuente: Agencia de noticias Sputnik.