Este 29 de junio se celebran los 120 años del nacimiento del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, aviador, escritor y autor de ‘El Principito’, una obra que interpela a la humanidad desde la mirada de un niño.
Un 29 de junio de 1900 nacía en Lyon, Francia, Antoine de Saint-Exupéry, un hombre que en 44 años de vida se destacó como aviador, periodista y escritor. Con su aeronave atravesó el mundo y luchó contra la ocupación nazi, con su pluma relató los más tristes episodios de la humanidad, como la Guerra Civil española, en una serie de trabajos titulados España ensangrentada y gracias a sus habilidades literarias escribió varios libros a través de los cuales reflexionó sobre la humanidad.
En este libro, Saint-Exupéry reflexiona sobre las enseñanzas que acumula su protagonista tras viajar por siete planetas. Es un niño el que le enseña a los mayores que juzgar a los demás es más fácil que juzgarse a uno mismo, que no tiene sentido pasar la vida esperando la admiración de otros, que la acumulación de bienes no siempre garantiza riqueza, que lo que hace importante a tu rosa es el tiempo que le has dedicado, que «lo esencial es invisible a los ojos», que «tener un amigo es un verdadero privilegio», que quienes dejan de disfrutar del olor de una flor, contemplar la belleza de una estrella o dejan de amar, se convierten en hombres serios que poco a poco van dejando su esencia de humanidad y que la muerte no es más que el abandono de una vieja corteza porque el alma puede habitar en las estrellas. Es ese pequeño de cabellos dorados quien insta a los adultos a juzgar a las personas «por sus actos y no por sus palabras» y que son los niños los que deben ser condescendientes con los adultos y no al revés.
Antoine de Saint-Exupéry nunca pudo gozar del reconocimiento mundial por su libro porque murió un año y tres meses después de su publicación, justo cuando planeaba su aeronave intentando recoger información de inteligencia para el Gobierno francés sobre las tropas alemanas.
Pero hoy, a 120 años de su nacimiento, y 76 años después de su muerte, el mundo aplaude y reconoce el legado deese hombre, de nariz respingona que amaba estar en las nubes, porque fue él uno de los que logró darle a los niños su justo lugar, que intentó comprender la condición humana, que se opuso siempre a la guerra porque la consideraba «una enfermedad, como el tifus» y porque estaba convencido que «si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor».