Poco a poco el mundo del arte vuelve a la pista tras varios meses de cierre total. En Moscú, los museos y cines están abiertos —bajo condiciones especiales— ya desde julio y agosto respectivamente. Ahora los principales teatros musicales lograron reunir a los bailarines con sus espectadores.
La pandemia tomó por sorpresa a todos los bailarines del mundo. Los artistas se enfrentaron a muchos desafíos, desde la falta de espacio para seguir entrenando en casa hasta estados depresivos de nostalgia de la escena. A lo largo del confinamiento todos se acostumbraron a los entrenamientos vía Zoom e incluso canalizaron su inspiración a otras esferas de actividad, tales como la pintura o la pedagogía. Pero no importa lo mala que fuera la situación, todos esperaban que la nueva temporada empezara a tiempo. Así sucedió.
Los ‘Cuatro personajes’ del Bolshói
Habitualmente el teatro principal de Rusia, el Bolshói, abre sus temporadas con el tradicional ballet El lago de los cisnes, pero este año decidió abrir su 245 temporada con un programa que reunió a cuatro jóvenes coreógrafos extranjeros. Se estrenó el 10 y 11 de septiembre en la Nueva Escena que acoge un número más pequeño de visitantes que la gran Escena Histórica, que en los mismos días abrió sus puertas a los amantes de la ópera.
El director del cuerpo de baile del Bolshói, Majar Váziev, se sinceró al comentar que desde el principio no había garantía de que este programa se realizara a tiempo ya que no había certeza de que la segunda ola no obligara a cerrarlo todo de nuevo. Al mismo tiempo, Váziev tenía ganas de animar a los artistas y darles esperanza.
«Tenía que encontrar alguna forma de apoyar a los artistas que se vieron muy afectados por las circunstancias. A menudo hablaba con nuestros amigos y socios que nos brindan apoyo. Uno de ellos, [empresario] Oleg Deripaska, expresó su disposición de apoyarnos financieramente», contó el director durante una rueda de prensa.
Los cuatro coreógrafos —el puertorriqueño Bryan Areas, el italiano Simone Valastro, el búlgaro Dimo Milev y el francés Martin Chaix— a los que Majar Váziev escogió personalmente de la larga lista de candidatos, vinieron a Moscú a finales de julio. Todos dicen que su llegada a Moscú en pleno cierre del espacio aéreo fue como por arte de magia.
«Cuando finalmente llegamos a Moscú, todavía estábamos pensando en la distancia social y las medidas de seguridad. Nos registramos en el Metropol, y el hotel estaba completamente vacío, parecía absolutamente surrealista, con el Teatro Bolshói al otro lado de la calle», cuenta Bryan Areas.
Majar Váziev les dio una total libertad de actuar por eso cada uno buscó su propio argumento. Por esa razón, el programa se llama Cuatro personajes en busca de una trama (Four Characters in Search of a plot).
Bryan Areas se inspiró mucho en la obra del pintor ruso Iván Aivazovski Novena ola. A ella añadió la música de los compositores clásicos rusos Mijaíl Glinka y Nikolái Rimski-Kórsakov.
«Tan pronto como Majar me llamó, me sumergí de inmediato en la cultura rusa y encontré accidentalmente a Iván Aivazovski, Mijaíl Glinka y Rimski-Kórsakov, y no quería separarme de ellos en absoluto. Tres grandes artistas, profundos, con un material tan enorme y con tanta riqueza que me cautivaron y mi imaginación de inmediato comenzó a trabajar salvajemente», dice Areas.
En su ballet de una hora, el más duradero del programa, eligió a cinco solistas, cuatro de los cuales son primeros bailarines del teatro. Pero no era suficiente por eso incorporó a otros 35 artistas del cuerpo de baile para crear una imagen impactante de una ola enorme.
Aunque Bryan Areas tiene experiencia profesional en compañías de danza contemporánea —Complexions, NDT, Kidd Pivot entre otras— en el Bolshói decidió seguir con el estilo neoclásico. En su ballet Novena ola hizo referencias sutiles a tales ballets clásicos como Scheherazade, La Bayadere y Espartaco, haciendo así que los espectadores fieles adivinen el origen de su inspiración.
Simone Valastro eligió otra fuente de ideas. En el confinamiento vio la película de Paolo Sorrentino Juventud y allí escuchó la música Just —así llamó a su ballet— del compositor estadounidense David Lang. Lang la basó en el Cantar de los Cantares, una de las partes del Antiguo Testamento que relata el amor entre un hombre y una mujer.
«Ahora mismo estamos rodeados de malas noticias, la gente muere y se enferma a nuestro alrededor. Es un milagro que en este teatro sigamos adelante. Mi ballet trata del amor. Creo que todos necesitamos amor en este período», afirma Valastro.